A menudo nos encontramos a gusto en un espacio y no sabemos porque; percibimos una sensación de bienestar, de recogimiento, de calma y de familiaridad que nos hace estar cómodos. Este sentimiento nos lleva a reflexionar sobre qué tiene de especial este entorno donde tan bien nos sentimos; y es entonces cuando nos desconcierta descubrir que el espacio en cuestión es poco estético e, incluso, poco acogedor. Y esto nos genera la siguiente pregunta: «cómo es posible conseguir un clima tan agradable en un contexto tan pésimo?».

La respuesta es clara: probablemente el espacio tiene la luz adecuada a la actividad que se desarrolla, ni más de la que hay ni menos de la que se necesita. Por lo tanto, este es un claro ejemplo de cómo la luz -si está bien empleada- hace que los demás elementos que configuran un entorno concreto pasen a segundo término, atenuando incluso las carencias que éste pueda tener. Así pues, si la luz incide en cómo nos sentimos, debemos tener claro que nos encontramos ante una herramienta muy potente que a menudo se descuida. Lo hemos de entender como un instrumento que nos puede facilitar el camino para conseguir actitudes concretas en el individuo; actitudes de concentración, productividad, socialización, introspección, etc … Por lo tanto, teniendo en cuenta que la iluminación es el elemento que determina cómo percibimos un espacio, es de vital importancia saber escoger la fuente de luz y las lámparas que la interpretan.

Actualmente pasamos gran parte de nuestro tiempo en recintos con poca luz solar, y en general, se trata de entornos donde la iluminación no está bien diseñada (es monótona, insuficiente o, en otros casos, excesiva). Teniendo en cuenta que el 80% de la información del entorno la captamos a través de los ojos, es más que evidente la importancia de una luz óptima, y ​​cómo ésta puede afectar al estado de ánimo. Cuando la iluminación es errónea, nos repercute negativamente generando déficit de atención, de memoria, fatiga o estrés con repercusiones a nivel de rendimiento físico o intelectual. Es obvio que en muchos casos la iluminación no tiene tanta incidencia como en otros; ahora bien, en ámbitos laborales o escolares una mala implantación de la luz puede tener nefastas consecuencias, y se debe tener en consideración. Son ámbitos donde se pasa un tercio de la jornada y el rendimiento o la concentración son fundamentales para conseguir buenos resultados, por lo tanto, se deben potenciar con todas las herramientas que se tienen al alcance.

En este sentido, es fácil deducir, que la iluminación en las escuelas juega un papel esencial en el proceso de aprendizaje de los alumnos; y desde hace algún tiempo profesores y directivos tienen clara que la influencia de la luz en las aulas es evidente. El ámbito académico es muy consciente de que, aparte del aprendizaje, en sus aulas también se fomenta la pertinencia y la cohesión social. Por tanto -desde la escuela infantil hasta la universidad- un sistema óptimo de iluminación puede ayudar a potenciar este ambiente educativo y hacer que los niños y niñas se sientan más seguros, generando un entorno propicio para el aprendizaje ya la vez reforzar la imagen del centro docente.

Para conseguir unos buenos resultados a la hora de implementar la iluminación en los centros, se deben estudiar los usos que tendrá cada espacio, se deben tener en cuenta las diferentes actividades que se llevan a cabo en las aulas a lo largo del día y se debe evitar una iluminación monótona que hará que los estudiantes pierdan el interés en las tareas escolares disminuyendo así su rendimiento. Sin embargo, a pesar de ser conscientes de su importancia, en la actualidad prácticamente todas las escuelas utilizan sistemas de iluminación standard, con una temperatura de color o intensidad que no siempre es la adecuada y sin posibilidad de generar escenas de luz según la tarea que se desarrolla. Por esta razón, la iluminación debería ser flexible, porque no siempre tendremos una iluminación general, dado que ciertas actividades necesitan una luz focalizada para conseguir un ambiente más íntimo (gracias a luminarias de baja intensidad, de ángulo cerrado y en disposición heterogénea, obtendremos como resultado que la luz cree espacios dentro del propio espacio).

En este sentido y para dar respuesta a la falta de luz natural, se ha desarrollado un sistema de iluminación que se llama biomecánico. El concepto de alumbrado dinámico consiste en reproducir artificialmente la luz natural; por esta razón, ha tenido mucha aceptación en hospitales o empresas con pocas ventanas, donde la incidencia de luz exterior es mínima y en algunos casos nula. Pero este problema también lo tienen algunas escuelas y, por tanto, la técnica también se puede extrapolar en aquellos casos donde las aulas son oscuras, por lo que a través de la iluminación conseguiremos respetar los biorritmos naturales del cuerpo. En cuanto a los resultados y beneficios reales de esta técnica destacamos, a modo de ejemplo, el de una escuela alemana que la implantaron y donde los resultados fueron realmente espectaculares: la lectura aumentó un 35%, la reducción en la frecuencia de errores se redujo en un 45% y la hiperactividad también se redujo llegando a un 76%. Estos porcentajes ratifican sin duda la influencia de una buena iluminación sobre el estado de ánimo, el clima escolar y los resultados académicos, quedando patente la importancia de la luz y que a menudo se desestima.